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Editorial “El funeral político de los Yunes”

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Por Esteban Espinoza H

El reciente episodio protagonizado por la familia Yunes, con Miguel Yunes Márquez y su padre Miguel Ángel Yunes Linares en el centro de la tormenta, marca el declive definitivo de una dinastía política que alguna vez fue vista como fuerte y opositora. Hoy, los Yunes se encuentran, no sólo manchados, sino irreparablemente derrotados en el plano moral y político.

El político veracruzano Miguel Yunes Márquez, quien había sido colocado como senador propietario, prometió a sus seguidores y al país que estaría presente para dar la batalla en el Senado, que alzaría la voz en un momento crucial. Sin embargo, su ausencia en el momento clave, alegando problemas de salud y cediendo su lugar a su padre como suplente si aquel que retara y llamara “loco,huevon” al presidente de la República AMLO,fue la estocada final para la credibilidad que le quedaba a la familia. Miguel Ángel Yunes Linares, veterano de la política, tomó la tribuna no para defender principios o un proyecto de nación, sino para proteger a su hijo, un cachorro que dejó ver que a los cobardes nunca se les harán corridos aquel incapaz de sostener su promesa y terminó sumido en la obscuridad sin dar la cara.

Este desplante no solo desarma a la familia Yunes como actores políticos serios, sino que los define ante los ojos de la opinión pública como cobardes, incapaces de enfrentar las consecuencias de sus propios compromisos. Lo que comenzó como una carrera en la oposición, donde los Yunes lucharon, o al menos así lo aparentaron, ha terminado en una claudicación ante los intereses del poder. Aquel que alguna vez prometió desafiar al sistema, hoy parece haber caído en las redes de la complacencia y la conveniencia.

La traición a sus principios, la falta de valor para dar la batalla y la humillación de ser defendidos por el patriarca en lugar de dar la cara ellos mismos, ha sellado su destino. Los Yunes, hoy, son una familia política en ruinas. No hay lugar para ellos en la Cuarta Transformación, y su futuro como oposición es nulo. La sociedad no olvida, y menos perdona la cobardía.

Las razones detrás de esta rendición pueden ser muchas: el miedo a represalias, la ambición de obtener beneficios económicos o jurídicos, o simplemente el agotamiento de una carrera política cimentada en promesas vacías. Cualquiera que sea el motivo, lo cierto es que los Yunes han quedado fuera del juego político, no solo como individuos, sino como un proyecto familiar. Hoy, como bien se ha dicho, es el funeral político de los Yunes. Su legado ha sido enterrado junto con su credibilidad.

El análisis final es claro: los Yunes eligieron no luchar, eligieron el camino más fácil, pero también el más vergonzoso. Y la historia no les será benévola.

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