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Mientras San Luis arde, Gallardo canta

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EL ORÁCULO
Por: Esteban Espinoza

En San Luis Potosí, la sangre sigue corriendo por las calles mientras el gobernador Ricardo Gallardo se entretiene anunciando la cartelera de la Feria Nacional Potosina (FENAPO). La frivolidad del espectáculo frente a la tragedia social no solo indigna, sino que hiere. ¿En qué momento la diversión costosa se volvió prioridad por encima de la seguridad de los ciudadanos?

Hace apenas unos días, familiares y amigos de Sandra Revilla Olavarrieta, una empresaria potosina brutalmente asesinada el pasado 10 de mayo, salieron a marchar. No lo hicieron para gritar consignas partidistas ni para exigir venganza; lo hicieron desde la tristeza, la impotencia y la necesidad de no olvidar. Lo hicieron por dignidad. A once días del artero crimen, no hay un solo detenido. La Fiscalía, encabezada por María Manuela García Cázares, balbucea declaraciones que exhiben su desconexión total con el caso y con la realidad.

En ese contexto de dolor y miedo, el Gobierno del Estado, en lugar de enfocar su energía en recomponer el tejido de seguridad, en profesionalizar a sus cuerpos policiales o en dotar de recursos reales a las fiscalías, lanza fuegos artificiales: la FENAPO 2025. Y como cada año, millones de pesos se irán en artistas, logística, pantallas y luces… mientras ni el 20% de ese monto se invierte en fortalecer nuestras instituciones de seguridad y justicia. Un gasto público que se convierte en propaganda y que jamás se transparenta.

¿De verdad creen que una cartelera puede hacernos olvidar los feminicidios, los asaltos a mano armada, los levantones o los homicidios impunes? ¿Acaso piensan que con conciertos multitudinarios van a silenciar el grito de los deudos de Sandra, o de tantos otros que han perdido a sus seres queridos en manos de la delincuencia?

La ciudadanía no es ingenua. Sabe que el miedo no se baila, que la rabia no se disuelve entre luces de neón, y que la justicia no se consigue cantando “éxitos del momento”.

La manifestación del 18 de mayo fue un reflejo de una sociedad que ya no espera nada de las autoridades, pero que se rehúsa a perder la esperanza en sí misma. El dolor no se grita, se camina; se sostiene con dignidad, como lo hicieron quienes marcharon en silencio por Sandra.

Hoy la exigencia no es solo por justicia en un caso; es por una ciudad que ha dejado de ser habitable para miles. Es por cada empresario que teme abrir su negocio, por cada mujer que mira el reloj antes de salir, por cada madre que espera a su hija con el corazón encogido. Es por todos los que queremos vivir, no sobrevivir.

No, señor Gobernador. No nos distraiga con ferias. No queremos más conciertos. Queremos justicia y vivir sin miedo.

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