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México, entre las 30 economías con mayor brecha de desigualdad

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La gigante diferencia salarial del país con EU está en el centro de la explicación de la llegada de migrantes y de la salida de empresas.

Los migrantes mexicanos cruzan la frontera con la esperanza de arrancar un mejor salario de sus trabajos. (Reuters)
Los migrantes mexicanos cruzan la frontera con la esperanza de arrancar un mejor salario de sus trabajos. (Reuters)

Agencias
CIUDAD DE MÉXICO.- Fue el 20 de enero cuando inició la era de Donald Trump como presidente de EU y a partir de ese día comenzó formalmente la “guerra” del magnate contra los inmigrantes en territorio estadounidense. El Mandatario firmó días después la orden para iniciar la construcción del muro fronterizo, al igual que un decreto para impedir la entrada a EU de ciudadanos de países musulmanes.

Trump también prometió deportar a millones de mexicanos, pero a pesar de sus amenazas y los decretos firmados, los inmigrantes seguirán entrando a EU, esto debido a la inseguridad de sus países y porque tienen la posibilidad de obtener mejores sueldos.

 Los migrantes mexicanos cruzan la frontera con la esperanza de arrancar un mejor salario de sus trabajos y las empresas estadounidenses hacen el camino inverso para, entre otras ventajas, ahorrarse costes laborales, es decir, pagar menos a sus trabajadores.

La gigante brecha salarial está en el centro de la explicación de los flujos migratorios de entrada y de los flujos de empresas de salida. La nómina promedio de un trabajador mexicano en EU fue de 1.870 dólares al cierre del año pasado. El salario medio en México fue seis veces menor: 291 dólares mensuales.

 Los ingresos de los casi siete mil 500 millones de asalariados mexicanos residentes en EU, según las estimaciones del Consejo Nacional de Población (Conapo) al cruzar los registros del censo y la encuesta de población estadounidenses, no son homogéneos y dibujan fuertes diferencias también dentro de los patrones estadounidenses.

Los 22 mil 235 dólares anuales de media que ganan los trabajadores mexicanos no alcanzan si quiera al umbral del salario mínimo en los Estados más progresistas, como California o Nueva York, donde rondan los 23 mil dólares al año. Además, la base de la pirámide de los asalariados mexicanos en EU es muy ancha: el 40 por ciento ganan entre 10 mil y 19 mil.

Esta comparación entre ingresos necesita en todo caso pasar por el tamiz del costo de la vida entre ambos países. Los precios de la canasta de productos básicos en EU son algo más del doble que los de México según las cifras de enero de la OCDE. Es decir, después de ajustar la brecha salarial en bruto, la diferencia de ingresos sería aún tres veces mayor al norte de la frontera.

En la última década los sueldos en las fábricas mexicanas de automóviles aumentaron apenas un 10 por ciento

“Parte de esta brecha tiene que ver con diferentes niveles educativos y formativos. Por eso ha ido cambiando el perfil de la inmigración. Muchos trabajadores con maestrías y doctorados se quedan en EU”, explica Gerardo Esquivel, profesor-investigador del Colegio de México.

“Pero estas diferencias responden también a estructuras laborales y productivas muy distintas. Y lo que es más importante, esta brecha apenas ha disminuido desde la entrada del tratado de libre comercio. Estas cifras demuestran que México no ha sido el ganador del Tlcan. A pesar de que el comercio y la inversión extrajera se ha multiplicado la diferencias salariales no se han acortado”, añade el economista.

Las más de dos décadas de Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan o TLC) han multiplicado por seis la inversión estadounidense directa hacia el vecino del sur.

Ese mapa de anchas autopistas para los movimientos comerciales y de capital está ahora en el alero. La presidencia de Donald Trump ha forzado una renegociación de todo el paquete, del que ya ha salido Canadá. El magnate se ha erigido en el defensor de la clase trabajadora blanca y sin formación que más ha salido perdiendo en la parte estadounidense con el nuevo ecosistema y aspira a recuperar el músculo industrial estadounidense. Como un juego de dominó, el libre comercio ha creado una cadena de producción que conecta México con EU y que se alimenta a un lado de tecnología y valor a añadido, y al otro de ventaja logística y salarios bajos.

La competitividad de la industria manufacturera mexicana, en el ojo del huracán Trump, se sustenta fundamentalmente en estas dos patas. El sector automovilístico, por ejemplo, genera cerca de un millón de empleos en el país. La mayoría se encuadran en la clásica cadena de montaje fordista –pintura, electricidad, ensamblaje– mientras que los empleos que requieren mayor formación y salario –diseño, ingeniería, investigación– provienen de Europa, Estados Unidos, Japón, casi nunca de México.

En la última década los sueldos en las fábricas mexicanas de coches aumentaron apenas un 10 por ciento. En China, la gran fábrica del mundo, se elevaron por encima del 15 por ciento según un informe del think tank CIDAC, alimentando incluso la llegada de manufacturas chinas al país.

México está entre las 30 economías con una mayor brecha de desigualdad según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, por delante de países como Nigeria o el Congo.

Los ingresos del 10 por ciento de las familias con mayor remuneración en el país, son 21 veces más altos del 10 por ciento más pobre según el instituto de estadística Inegi. El salario mínimo no cubre las necesidades básicas y cae por debajo del umbral de la pobreza, en la que se encuentra casi la mitad de la población. En los últimos dos años el número de pobres ha aumentado en dos millones.

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