especial.
“Una joya arqueológica viviente” es como muchos describen al Xoloitzcuintle, el perro azteca nativo de México. Es considerada una de las razas más antiguas que habitan el planeta con más de 7 mil años, sin que el hombre haya intervenido en su generación, según especialistas.
La palabra Xoloitzcuintle viene del náhuatl Xólotl, que quiere decir monstruo, extraño o animal y del término Itzcuintli, que significa perro. Para los aztecas, este canino era muy especial y respetado por ser un regalo del dios Xólotl para ser guía de las almas de los difuntos que viajaban al Mictlán o inframundo.
En la cosmovisión mexica también tienen un papel importante; Xolotl es el gemelo de Quetzalcóatl con cabeza de perro, deidad del ocaso y de la transformación; concebido como él Venus oculto que acompaña al Sol durante el ocaso para librar una batalla en el Mictlán (inframundo) durante la noche. Mientras que su gemelo Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, es la luz y vida de este planeta que acompaña al Sol al amanecer.
La leyenda del xoloitzcuintle
La leyenda cuenta que el dios Xolotl hizo al Xoloitzcuintle de una astilla del Hueso de la Vida, de la que toda la vida fue creada, para dárselo como obsequio al hombre. El dios les explicó que en vida tenían que cuidar bien de este perro ya que el día que su dueño muriera, el Xoloitzcuintle se encargaría de guiar al alma a través del Mictlán o lugar de muertos en náhuatl.
Por esta razón eran sacrificados y enterrados en las tumbas. Sin embargo la tradición mexica apuntaba que debía ser completamente negro, porque si presentaba manchas en su cuerpo esto decía que ya había servido al alma de otro difunto.
Además para el pueblo mexica, el Xoloitzcuintle tenía la capacidad de alejar y proteger los hogares de espíritus malignos, pero como todo para ellos era dualidad también representaba un lado maligno ya que se le identificaba con la enfermedad y deformidades físicas.