La esposa de ‘El Chapo’ habla sobre el juicio en NY contra el sinaloense
J. Jesús Esquivel
CIUDAD DE MÉXICO (Apro).- En abril pasado, semanas después de que el juez Brian Cogan declarara culpable a Joaquín Guzmán Loera, el corresponsal de Proceso J. Jesús Esquivel —quien cubrió el juicio seguido contra el capo sinaloense— ordenó la información recabada en las 38 audiencias y escribió el libro El juicio. Crónica de la caída del Chapo, publicado recientemente por Grijalbo. El volumen incluye una entrevista con William Purpura, uno de los abogados del acusado, y otra con la esposa de Guzmán Loera, Emma Coronel, cuyas partes sustantivas se reproducen aquí con la autorización de la casa editorial.
El mes de febrero en Nueva York suele ser gélido, pero en 2019 se está bien. Aunque hay ruido en el ambiente y música de fondo, está templado y se puede charlar. Las audiencias en el juicio de ‘‘El Chapo’’ han concluido, el veredicto de culpabilidad se pronunció, y Emma Coronel tiene muchas cosas qué decir. Abro la conversación.
—Emma, ¿cómo viste el juicio de tu esposo, Joaquín ‘‘El Chapo’’ Guzmán? ¿Qué te llevas?
—¿Qué me llevo? ¡Con que me lleve a Joaquín! Con que me lo llevara a él estaría bien… —responde, entre risas.
—Sigue, sigue. —Espérese, vamos a empezar de nuevo. Fue un chascarrillo.
—Es que esa respuesta refleja que eres una mujer…
—Namás quise bromear. Es que me pone nerviosa cuando le aplasta ahí —dice, refiriéndose al botón de rec de mi grabadora.
Ella misma retoma el hilo
—Cada día fue diferente, hay días que me sentía triste, que me sentía cansada. No voy a negar que me daba tristeza cuando escuchaba a personas decir tantas cosas que supuestamente ellos sabían del Señor… Claro que me daba tristeza escuchar cómo unas personas que supuestamente se decían sus amigos hablaban tan mal de él.
—¿Te sentiste traicionada?
Piensa un instante y dice:
—Pues es que no estaban hablando de mí los testigos, estaban hablando de él. Traicionada directamente, no. Y a través de él tampoco, porque, eh, en el juicio no se habló nada que yo no supiera.
—Y cuando escuchabas a los fiscales tan fríos, enfocados en señalar a tu esposo como el responsable de todo lo que ocurre en México, ¿qué pensabas?
—No me lo tomé tan personal. A fin de cuentas es su trabajo: es el gobierno, es la cara que tienen que presentar. Es el papel en que se tienen que meter, y no van a venir a hablar bien de él. Durante años han dicho tanta cosa de él, ¡ahora era cuando tenían que lucirse, hacer el show y demostrar justamente tanta cosa…! No, no esperaba que hablaran bien de él. No esperaba menos.
—¿Tú ya estabas preparada, entendías más o menos lo que iban a decir de tu esposo?
—Cosa por cosa, no; pero más o menos sabíamos los temas de los que estaba acusado, de lo que iban a hablar. Es como cuando uno se mentaliza a que va a hacer frío o va a hacer calor, y va preparado para ciertas cosas. Nada me sorprendía aunque no conociera a detalle cada cosa.
—Tú también te convertiste en un factor de atención para los medios.
No quiere reflectores
—No sé por qué, si yo me comporté como cualquier persona normal. Muchas veces yo decía: “Pero pues la atención está allá, Joaquín está allá, los testigos están allá…” Hasta ahorita no entiendo por qué hay mucha atención sobre mí, si no me veo del otro mundo.
—¿Eres una mujer normal?
—Yo me considero una mujer normal.
—Como esposa, ¿qué haces?
—¿Como esposa qué hago…?
—Sí, ¿haces de comer, planchas…?
—No sé hacer enchiladas —se carcajea. No sé cocinar, pero me considero una persona normal, ¿eh?, como cualquier persona que tiene su esposo, que tiene sus hijos, que tiene su casa, que lleva a sus hijos a la escuela, que va al gym, que va al súper, que va a la farmacia. Todo normal, lo que yo veo en todas las mujeres normales. Eso es lo que yo soy.
Le reviro:
—La diferencia, Emma, si me perdonas…
—A ver…
—Es que eres la esposa de ‘‘El Chapo’’ Guzmán. Y estamos hablando del juicio al que algunos medios han calificado como “el juicio del siglo”.
—Sí, he escuchado.
—¿Te incomodaba esto? La atención que tú generabas.
—Un poquito, la verdad. Soy una persona que no está acostumbrada a estas cosas y que no la está pasando bien. Para mí no es como lo ven las personas de afuera o los periodistas. Para mí no es asunto de noticia o morbo. Yo estoy sintiendo, porque es mi familia. Claro que hubiera preferido mil veces la tranquilidad, estar anónima…
—Queramos o no, quieras tú o no, y lo quiera él mismo o no, Joaquín es una leyenda en México. Forma parte de la historia tanto judicial como criminal del país. El ver un desfile de los que fueron sus amigos y socios, y que ahora hayan venido a acusar a tu esposo, ¿qué crees que le significa, tú que conoces a tu esposo?
—Estoy segura de que no se lo toma personal, que sabe que ellos están arreglando sus problemas echándole tierra a él.
—Pero, por ejemplo, yo sí le noté reacciones distintas… Hubo algunos testigos que no le importaron, incluso a algunos los saludó bien, pero a otros no, como Christian Rodríguez, el colombiano.
—Yo no conozco a Christian ni lo conocí. No, no sé qué contestarte en ese aspecto.
—Pero, por ejemplo, otra persona que sí estuvo muy cercana a Joaquín fue su compadre Dámaso.
—No podemos omitir ese tema —se ríe.
—Dime lo que quieras, ríete, pero se notaba hasta cierto respeto de parte de él hacia tu esposo…
—Pues le ha de tener…
—Cuando le decía “mi compadre” se veía que lo decía de corazón…
—Ha de ser de corazón, cuando me decía “comadre” me lo decía de corazón —y vuelven las risas.
—Bueno, cuando hablaba de “mi compadre”, ¿qué pensaste tú? Te lo voy a preguntar de otra manera, ¿tú tenías aprecio por tu compadre?
—Claro.
—¿Y verlo ahí?
—Es fuerte. Es algo fuerte que sentí, no puedo decir que odio… decepción, tal vez decepción, y sé que tampoco la está pasando bien. Él igual está en la cárcel, alejado de su familia, tiene a su hijo en la cárcel. También siento pesar.
—Se notaba familiaridad entre ustedes, entre los compadres. Se notaba como que había cariño. Nunca habló con desdén de tu esposo y mucho menos cuando dijo, así como con orgullo: “Soy padrino de sus hijas”.
—Pues sí… No sé qué circunstancias lo llevaron a estar ahí (testificando contra ‘‘El Chapo’’), pero sé que no fue encantado de la vida. No sé qué le prometieron: sé que no iba encantado de la vida.
—¿Lo veías, digamos, obligado?
—Pues sí, de cierta manera. Yo no sé qué le prometieron, tal vez cosas para su hijo, y uno por un hijo es capaz de hacer lo que sea. Por eso yo no los juzgo ni tengo ningún rencor para nadie, ni me tomo nada personal, porque yo no sé cómo la estén pasando ellos o qué los llevó a tomar esas decisiones.
—¿Has sentido miedo? ¿La esposa de ‘‘El Chapo’’ Guzmán ha sentido miedo?
—Eh, ¿miedo en qué aspecto?
—Miedo de que te puedan detener, que te puedan interrogar, que te puedan hacer alguna cosa.
—Miedo de estar en la cárcel, no, porque yo no he cometido ningún delito. Yo ya estaría presa aquí o allá si tuvieran pruebas. ¿Miedo a que de repente pudieran detenerme, que me pudieran golpear para que les diga lo que ellos quieren? Pues así le pasó a mi familia. Mi hermano fue torturado.
—¿Quién lo torturó?
—La Marina, en Culiacán.