El remanente de operación del Banco de México fue una de las razones por las que en años anteriores pudo crecer el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP).
Ese que el año pasado, cuando el mundo gozaba de una estabilidad económica y financiera que hoy extrañamos, el gobierno federal gastó ante el incumplimiento de sus metas de crecimiento e ingresos.
De un plumazo, la 4T borró 125,000 millones de pesos del FEIP, que había acumulado cerca de 300,000 millones de pesos. El gobierno usó una parte del guardadito para las emergencias sin que hubiera emergencia, y todo por su incapacidad de corregir los proyectos de gasto inútiles que, además de bajos retornos, generaron una enorme desconfianza entre los agentes privados.
Para este año ya le echaron el ojo a otra buena tajada de ese FEIP. En este 2020 sí que hay una emergencia, pero no se contempla su utilización como último recurso después de un recorte sustancial en el gasto público en proyectos que hoy, en plena recesión, son todavía más inútiles.
Pero hay algo más. El presidente Andrés Manuel López Obrador quiere meter la mano en las bóvedas del Banco de México para que le entregue a su gobierno el remanente de operación ¡de este año!
Evidentemente que no es una ley la que puede detener a la 4T de exigir al banco central que le dé esos excedentes. Para eso tiene una oficina de asuntos legislativos, conformada por todos los diputados y senadores de Morena y partidos satélite, para que cumplan con cualquier capricho presidencial.
Sin problemas sus obedientes y solícitas bancadas le cambian a López Obrador el artículo 55 de la Ley del Banco de México para que diga lo que el presidente quiera.
Pero lo que no hay manera lógica de pedir es un remanente anual, en abril, cuando hoy el saldo final no puede ser otro más que el que se obtenga producto de la imaginación. Nada más.
Si lo que la 4T quiere es un préstamo del banco, del Banco de México, de verdad deberían leer la ley que da sustento a esta institución autónoma. Si quiere el presidente cambiar las disposiciones legales a su mejor conveniencia, ya verá cuál es la reacción generalizada de los mercados ante tal intromisión en la vida autónoma del banco central.
Y lo peor de todo es que el presidente quiere este adelanto imaginario de excedentes de operación del Banco de México no para implementar programas de apoyo fiscal a las empresas que hoy están al borde de la quiebra por la recesión del “gran encierro”.
Sino que quiere el dinero para establecer nuevamente una política de subsidios a los combustibles, con el único fin de no molestar a sus clientelas políticas, que cada día se adelgazan más.
La defensa de la autonomía del Banco de México es indispensable para evitar que, efectivamente, esta crisis económica que podría ser temporal se vuelva permanente ante el enorme choque de desconfianza global que una intromisión así pudiera generar.