El gorila era una de las grandes atracciones del zoológico de Chapultepec; tenía casi 25 años, pesaba 220 kilos y medía 1.75 metros.
Milenio Digital
CIUDAD DE MÉXICO.- El gorila Bantú, que murió antes de ser trasladado a Guadalajara para buscar pareja, estuvo cinco años junto a Arila, una hembra del Estado de México, intentando reproducirse.
Nació en el Zoológico de Chapultepec en 1991 y era el hijo único del macho Dinga y la hembra Mahari, pareja de gorilas provenientes de los zoológicos de Memphis y de Cincinnati, y quienes murieron en la Ciudad de México en 1995 y 2002 respectivamente.
Bantú era una de las grandes atracciones del zoológico capitalino; a sus casi 25 años era un ejemplar de 220 kilos y 1.75 metros de altura.
“Bantú era muy querido por el personal, muy juguetón, jugaba con sus cuidadores, había contacto visual y auditivo con ellos, era muy consentido por los médicos”, contó Juan Arturo Rivera Rebolledo, director general de Zoológicos y Vida Silvestre de la Ciudad de México, quien aseguró que para sus tres cuidadores, la muerte del animal fue muy difícil, “estamos todos de luto”, dijo.
Con la muerte del primate, ahora sólo quedan tres hembras de gorila en el país, una de ellas es Arila, que llegó del Zoológico de Zacango en 2005 y con quien Bantú pasó cinco años intentando reproducirse.
Sin embargo, con Arila “no hubo la química necesaria”, aseguró Rivera Rebolledo, pues después del periodo de acoplamiento con la gorila, no se dio la integración necesaria para que se lograra la reproducción, por lo que la hembra tuvo que volver al zoo mexiquense.
El funcionario explicó que la vida reproductiva de estos animales empieza aproximadamente a los 13 años, y aunque Bantú estaba por cumplir los 25 en septiembre, aún estaba en una edad adecuada para buscar su reproducción.
Por ello, explicó Rivera, se buscó el acercamiento con el Zoológico de Guadalajara para que Bantú pudiera establecer un grupo familiar con las dos hembras de ese recinto.
El director general de Zoológicos y Vida Silvestre de la capital dijo que Bantú era un animal muy sano y durante su vida nunca tuvo complicaciones médicas, si acaso algún problema intestinal leve, además de que era monitoreado continuamente.
Aseguró que durante los preparativos para su traslado se siguieron los protocolos internacionales, sin embargo anestesiar a un ejemplar de su tipo siempre implica riesgos y fue inevitable el paro cardiaco.
Rivera Rebolledo añadió que ahora deberá realizarse la necropsia y las pruebas de laboratorio correspondientes antes de determinar si Bantú será enterrado o cremado; dijo que probablemente se buscará el apoyo de la Facultad de Veterinaria de la UNAM y que se atenderán las debidas disposiciones sanitarias.