Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
“El Señor realmente compartió y se regocijó con el pueblo, con los jóvenes que gritaban su nombre aclamándolo como Rey y Mesías… Pero también “el corazón de Cristo está en otro camino, en el camino santo que solo él y el Padre conocen: el que va de la «condición de Dios» a la «condición de esclavo», el camino de la humillación en la obediencia «hasta la muerte, y una muerte de cruz»”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la Santa Misa del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, este 14 de abril, día en el que también se celebra la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud.
Doble misterio: aclamación y ensañamiento
El Santo Padre en su homilía recordó el “doble misterio” que acompaña la entrada de Jesús en Jerusalén, misterio de aclamación y humillación, de fiesta y ensañamiento feroz que se da en los dos momentos característicos de esta celebración: “la procesión con las palmas y los ramos de olivo, al principio, y luego la lectura solemne de la narración de la Pasión”.
Superar las dificultades con obediencia
En este misterio, señala el Santo Padre, Jesús nos muestra cómo hemos de afrontar los momentos difíciles y las tentaciones más insidiosas, cultivando en nuestros corazones una paz que no es distanciamiento, no es impasividad o creerse un superhombre, sino que es un abandono confiado en el Padre y en su voluntad de salvación, de vida, de misericordia; y, en toda su misión, pasó por la tentación de “hacer su trabajo” decidiendo él el modo y desligándose de la obediencia al Padre. Desde el comienzo, en la lucha de los cuarenta días en el desierto, hasta el final en la Pasión, Jesús rechaza esta tentación mediante la confianza obediente en el Padre.