Conocido como El Pato, el padre Javier es claro y señaló que la política del gobierno federal de “abrazos y no balazos”, es inútil y no construye tranquilidad para los mexicanos. “Están rebasados los abrazos, entonces son inútiles. Nunca he practicado ni seguido esa política, voy por otro rumbo para conseguir la paz, ese no es el camino para conseguirla”, aseguró.
Asimismo, el clérigo destacó que sus compañeros Javier y Joaquín, de la parroquia de San Francisco Javier en Cerocahui, no habían sido amenazados por los grupos del crimen organizado que operan en la región, por lo cual consideró que el ataque no iba directamente contra ambos párrocos. “En este caso no fueron en concreto contra los sacerdotes, que es lo que es raro porque no había nada que reclamarles ni señalarles. No se deduce que el pleito era contra ellos o contra la iglesia”, dijo.
Ávila describió a sus compañeros como muy buenos pastores, “gente sencilla, de mucha fe, mucho trabajo, y muy cercanos al pueblo”.
“Que se acabe la impunidad”
Hasta ayer por la tarde, la comunidad jesuita que continuaba en la Sierra de Chihuahua seguía con la exigencia a las autoridades para que den con el o los responsables del ataque que ha conmocionado no sólo a la comunidad tarahumara, sino a todo el país. Desde Creel, Chihuahua, donde esperaba noticias del arribo de más comunidad jesuita, que por la tarde anunció que viajaría al estado para reconocer los cuerpos de los sacerdotes Javier y Joaquín, el padre Ávila destacó que la labor de los jesuitas continuaría en las regiones serranas.
El clérigo señaló que las actividades no pararán ya que “ha habido momentos peores y nunca nos han doblado”. Asimismo, el padre Javier pidió al gobierno mexicano que se acabe la impunidad y que realmente se logre dar con el responsable del ataque.
“Que se acabe la impunidad es lo más importante, que realmente se actúe con efectividad y que aparezca el responsable”, pidió.
Una historia en Chihuahua
Además de las iglesias, la comunidad jesuita tiene su historia en el estado de Chihuahua, la cual radica de muchos siglos atrás. De acuerdo con el padre Ávila, llegaron a la entidad en los años 1600 y hasta este día se sigue presente en la región. Actualmente en la zona tarahumara se tienen dos parroquias: una en Cerocahui, que es donde sucedió el ataque el lunes pasado, y una más en otra región cercana.
También se cuenta con dos obras en Creel, una enfocada en los derechos humanos, y la segunda es una clínica para dar atención a la población indígena. “Nuestro trabajo es pastoral, es social y educativo también, porque se tiene una parroquia y unos centros educativos. Tenemos una pastoral de atención y de servicio, sobre todo a los pueblos indígenas preferencialmente”.
Recalcó que en los pueblos indígenas en Chihuahua se trabaja principalmente con el acompañamiento de las problemáticas que llegan a surgir en la población que radica en esa zona del estado.