La Cábala
por Adriana Ochoa
ZONA POTOSINA SLP
Decadentes y nicodémicos
El número dos del pasado gobierno priista despedaza al PRI y lo declara desahuciado. En el PAN llevan su guerra interna hasta la mesa del alcalde, con facturas sonrojantes por el peaje de la coalición. Y todos los partidos de oposición pasan por la ventanilla más discreta del gobernador.
En el 93 aniversario de la fundación del PRI: el exsecretario general de Gobierno Alejandro Leal Tobías, hoy diputado local pluri, reconoce a un tricolor “muy lejos de recuperarse”, justifica el castigo en las urnas “por haberse alejado de los intereses de la ciudadanía” y, como si nunca hubiera participado en el gobierno que perdió las elecciones de su sucesión, atribuyó el hundimiento a “que se han hecho mal las cosas; es el reflejo de que estando en el poder no se pensó en cómo estar reconstruyendo permanentemente”.
Curiosa manera de hablar desde el naufragio, pero resguardado en el cómodo batiscafo de una diputación local de partido. Que se hicieron las cosas mal en el gobierno priista, se hicieron requete mal, pero el mea culpa que le toca no asoma. A lo mejor se pasó el sexenio entero en el Metaverso.
Tras la derrota electoral estrepitosa del año pasado, Leal y los otros diputados priistas se quedaron pegados a sus curules porque la vida sigue, a la espera de otro jefe, no necesariamente priista. En el caso particular de Leal, y del regidor y dirigente priista Elías Pesina, dejan que pase el séptimo año, el tiempo de observaciones y explicaciones a las cuentas de las dependencias donde participaron.
Corrieron rápido los priistas y panistas a guarecerse bajo el manto de los ganadores de la coalición, aunque sea algo hacinados pero nunca fuera. Los mayores problemas para dar cobijo a tanto damnificado de las urnas, directo o indirecto, han sido para el alcalde capitalino, Enrique Galindo Ceballos.
Primero los panistas y su factura larga porque la mayor aportación de votos fue a favor del azul. Los jefes fácticos han querido cobrar como toreros en temporada. Y no sólo espacio en nómina para los suyos, los hay que también
cargan bajo el brazo el catálogo de proveedores de todo tipo de bienes, constructores y hasta prospectos a concesionarios.
Y luego los priistas, con pura labia, haciendo valer aportaciones de talento, tiempo y operaciones a la campaña de las que nadie puede acordarse porque lo más probable es que no hayan ocurrido nunca. Pero se agarran del alcalde porque su revenido y decrépito partido entró en un limbo del que no tienen ni idea de cómo va a salir y si algún día lo hará.
Además del cobro de peajes de sus alianzas, con los panistas hay un costo adicional: andan más interesados en sacarse los ojos entre sí que en ver cómo se reconstruyen en alternativa al gallardismo y llevan sus pleitos hasta la mesa del alcalde, que ni interés ni ganancia se lleva en eso.
Hacia el exterior, sin embargo, priistas y panistas son opositores de membrete. Poco o nada le preocupan al jefe político del estado, Ricardo Gallardo Cardona. Y cómo no si priistas, panistas, morenistas, neoaliancistas y ahora hasta los aspirantes a dirigir Movimiento Ciudadano han establecido relaciones nicodémicas con el Gobierno del Estado (Nicodemo, el fariseo que se reunía con Jesús de noche, según San Juan).
No saben vivir sin línea. Perdieron sus bases sociales hace mucho. No le hacen el feo a un “pay per view” de lo que se ofrezca aprobar. Le tienen miedo a sus pasados recientes y a que los despeine una polémica.
Que lo digan las bancadas del PRI y el PAN: ¿dónde se acordó echar para adelante el juicio político al exalcalde Xavier Nava y varios de sus regidores, priistas y panistas?