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La sucesión comprometida ¿para qué? Si se puede ampliar el plazo

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En semanas anteriores, en alguna de las mañaneras, el presidente Andrés Manuel López Obrador, dijo “de este lado hay relevo”, refiriéndose a la existencia de personas en su gabinete con la posibilidad de tener la candidatura a la presidencia para sucederlo. En ese espacio estaban Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum quienes han sido mencionados como las cabezas de los dos grupos que buscan suceder al presidente y quienes se han disputado el control de las estructuras y candidaturas de Morena.

A pesar de que el presidente rechaza su parecido con el expresidente Carlos Salinas de Gortari, las coincidencias resaltan como patrones que debemos observar como parte del análisis de la realidad contemporánea. Guardadas las proporciones en términos de las acciones de gobierno, la sucesión es uno de los hechos en que podemos encontrar coincidencias relevantes, con grupos políticos similares.

Marcelo Ebrard proviene del grupo que encabezaba Manuel Camacho Solís, quien fue uno de los aliados más relevantes de Salinas y quien funcionó como operador político desde que obtuvo la candidatura a la presidencia, de la misma forma en que Ebrard funciona para el presidente López Obrador. Así como Manuel Camacho resolvía problemas de todo tipo para Salinas, estuvieran o no en sus ámbitos de influencia; de la misma forma el actual secretario de relaciones exteriores resuelve temas para el presidente López Obrador, que le han ubicado en su ánimo y en los medios como un actor con probabilidad de obtener la candidatura, además de que controla, a través de Mario Delgado, la presidencia de Morena, que resulta relevante en el proceso de sucesión.

 

Por su lado, Claudia Sheinabum parece ser una hechura del propio presidente López Obrador, pues bajo su manto ha tenido los cargos más relevantes, como secretaria, delegada y jefa de gobierno, ha estado a cargo de proyectos relevantes en diversos órdenes de gobierno, lo que le han dado experiencia y capacidad de interlocución con grupos de poder variados, incluyendo sus estructuras partidarias, muy en el sentido de como Salinas lo hizo con Luis Donaldo Colosio en su momento. Además, la jefa de gobierno cuenta con la condición de que una candidatura femenina mostraría una actitud de respuesta a la necesidad de tener una presidenta por vez primera en la historia.

Si la historia se repitiera, Marcelo Ebrard no tendría en este momento ya, probabilidad alguna de ser el candidato a la presidencia, como ocurrió con su mentor en su época, pues su condición más autónoma, con un proyecto que no es el del presidente completamente, con otros grupos de interés a su alrededor, podrían generar una condición negativa al presidente López Obrador o, simplemente, le restaría capacidades de negociación al presidente.

Es probable que la jefa de gobierno esté en una posición más cercana a una candidatura, pero el desastre de la línea 12 del metro, además de otros que tiene en su haber, le pasará factura tarde o temprano, minando sus capacidades electorales, así como su capacidad de negociación frente a otros grupos de poder.

Si, como le ocurrió a Salinas, su candidata no puede seguir o no tiene capacidades para ello ¿quién sería el o la candidata sustituta? Es probable que el presidente piense en sí mismo como la persona que deba sucederle, pero ante la imposibilidad de hacerlo o ante la dificultad de modificar la duración de su mandato, tendría que pensar en alguien más. Si no son Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, ¿quién sería el o la candidata que sucedería al presidente?

Las elecciones intermedias también tendrán un efecto sobre la sucesión de 2024, porque de ella podrán salir nuevas candidatas y candidatos, con algún tipo de posibilidad de acuerdo al criterio del presidente, si es que no logra ubicar a alguno de los dos punteros, el abanico del presidente, como él dijo, no está tan amplio como él mismo dijo.

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