Ciudad Juárez, Chihuahua.- No es un trabajo cualquiera, aunque él lo vea como uno más.
Porque Luis –no es su verdadero nombre, pues la compañía que lo emplea no le permite dar entrevistas– es mexicano. Y está construyendo un muro en la frontera entre México y Estados Unidos.
Para ello cruza todos los días esa frontera desde Ciudad Juárez, en México, hacia El Paso, en Estados Unidos.
Deja su casa a las 2:30 de la mañana para evitar el tráfico en el cruce fronterizo, duerme del otro lado dentro de su coche en el estacionamiento de un centro comercial y a las 7:00 se acerca a la valla que desde hace casi una década separa a ambas ciudades.
Ahí, en un sector de 2 kilómetros de largo en las afueras de ambas ciudades, los trabajos para reforzar la valla comenzaron meses antes de que Donald Trump ganara las elecciones.
Luis pone cemento. Después vendrán los pilares de metal de 5 metros de altura y, sobre ellos, una planchas de metal. Todo con el fin de hacer más difícil el paso de los inmigrantes indocumentados.
Bolsillo vs. nacionalismo
“A mí no me molesta, realmente. El trabajo es trabajo”, le dice a BBC Mundo mientras almuerza a pocos metros de la valla.
“Y como mexicano tengo que ganarme la vida también, como todos. Esto es lo más que puedo hacer: trabajar; tengo que trabajar para mantener a mi familia, sea en una valla o en un apartamento”, explica.
La mayoría de los trabajadores aquí son mexicanos o de origen mexicano. Muchos destacan que en un día de trabajo ganan lo que en una semana en Ciudad Juárez. Y el bolsillo pesa más que el nacionalismo.