La madrugada del lunes se tiñó de sangre en San Felipe Torres Mochas; presuntos sicarios del Cártel de Santa Rosa de Lima acribillaron a las víctimas tras una fiesta parroquial, dejando una estela de horror y narcomantas.

San Felipe Torres Mochas, Guanajuato.- La violencia del crimen organizado ha vuelto a escribir uno de sus capítulos más cruentos en Guanajuato. Siete jóvenes, entre ellos dos menores de edad, fueron brutalmente asesinados a balazos en la madrugada de ayer lunes 19 de mayo en la comunidad de San Bartolo de Berrios, perteneciente a este municipio. El ataque, perpetrado con una saña inaudita en el jardín principal del pueblo, ha sido atribuido preliminarmente a miembros del Cártel de Santa Rosa de Lima y ha dejado una comunidad sumida en el dolor, la indignación y el miedo.
La masacre, una de las más sangrientas registradas en lo que va del año en el estado, ha provocado una oleada de condenas por parte de la Iglesia católica, autoridades municipales y estatales, así como un profundo clamor ciudadano que exige un alto a la espiral de violencia que azota la región. Guanajuato, desde hace años, es campo de batalla de una guerra silenciosa pero letal entre el Cártel de Santa Rosa de Lima, también conocido como “Cártel del Marro”, y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), quienes se disputan el control de rutas de trasiego, extorsiones y territorios estratégicos. San Felipe, un municipio que históricamente se había mantenido al margen de los focos rojos, ha sido brutalmente arrastrado a esta sangrienta disputa.

La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) no tardó en alzar la voz. En un comunicado firmado por su presidente, Ramón Castro Castro, y su secretario general, Héctor Pérez Villarreal, los obispos condenaron la tragedia: “Los Obispos de México alzamos la voz ante la tragedia ocurrida en la comunidad de San Bartolo de Berrios”. El documento hace un llamado urgente a las autoridades para que garanticen seguridad y justicia, y a la sociedad civil para que no se acostumbre a convivir con la muerte.
Una Madrugada de Horror
Todo comenzó poco después de las 2:00 de la madrugada del lunes. Mientras la comunidad de San Bartolo de Berrios dormía, múltiples llamadas al 911 alertaron sobre fuertes detonaciones de arma de fuego en la plaza principal. Según testimonios recabados, varias camionetas polarizadas irrumpieron en el poblado y se dirigieron directamente al jardín central. Allí, un grupo de jóvenes convivía tras la conclusión de una fiesta organizada por la parroquia local. Sin mediar palabra, los agresores abrieron fuego indiscriminadamente. Se estima que se efectuaron cerca de 100 disparos, provenientes de armas largas de grueso calibre.

Cuando los primeros policías municipales arribaron al lugar, la escena era devastadora: siete cuerpos sin vida yacían esparcidos alrededor de una camioneta estacionada frente al kiosco. Algunos cadáveres quedaron sobre la banqueta; otros, a pocos metros, como si hubieran intentado escapar de la lluvia de balas. Manchas de sangre, casquillos percutidos por doquier y un silencio abrumador envolvían la plaza. Peritos y elementos de investigación criminal de la Fiscalía General del Estado (FGE) trabajaron durante horas en el levantamiento de los cuerpos, una labor que se prolongó hasta la mañana.
La barbarie no terminó con la masacre. Horas más tarde, en distintos puntos de San Felipe, aparecieron narcomantas con mensajes amenazantes, presuntamente firmadas por el Cártel de Santa Rosa de Lima. En ellas, el grupo criminal se atribuía la matanza y advertía sobre su presencia en la zona, con referencias directas a su rival, el CJNG. “Ya llegamos a San Felipe y sus comunidades”, se leía en uno de los mensajes.
Jóvenes Vidas Arrebatadas y un Pueblo en Duelo
Las siete víctimas eran jóvenes originarios del mismo pueblo, a excepción de uno que residía en la comunidad cercana de Chirimoya. Sus edades oscilaban entre los 16 y 17 años. Entre los fallecidos fueron identificados los hermanos Tapia, hijos del delegado de San Bartolo de Berrios, así como Miguel Juárez, un joven integrante de la comunidad LGBTQ+ de San Felipe.
La comunidad, rota por el dolor, respondió con gestos de duelo y memoria. Vecinos colocaron cruces de cal sobre las manchas de sangre aún frescas y encendieron veladoras junto al kiosco, transformando el lugar de la masacre en un altar improvisado. El colectivo pride local expresó su profundo dolor por el asesinato de Miguel Juárez: “Nos unimos a la pena que embarga a su familia y a las de todos los jóvenes asesinados”.
La imagen de la plaza, acordonada, impregnada del olor a pólvora y envuelta en un silencio cargado de dolor, se ha convertido en un doloroso símbolo de la pérdida, pero también del abandono y la vulnerabilidad ante la violencia criminal.
Según el secretario de Seguridad y Paz de Guanajuato, Juan Mauro González, esta pugna entre cárteles obedece a sus “esfuerzos por hacerse de recursos y tener más presencia en otros municipios de Guanajuato distintos a los más grandes”. La Fiscalía estatal confirmó que esta es la masacre número 12 en lo que va del año en la entidad. Hasta el momento, no hay detenidos ni pistas públicas que conduzcan a los responsables. El gobierno municipal de San Felipe emitió un escueto comunicado condenando los hechos y pidiendo a la población reportar cualquier actividad sospechosa de forma anónima. La pregunta que resuena en San Bartolo y en todo Guanajuato es: ¿cuántas vidas más se perderán antes de que la paz regrese a estas tierras?